¿Puede ser que quien no quiera hablar seas tú porque no sabes ni por dónde empezar? ¿O quizás sí sabes cómo empezar, pero no cómo seguir y mucho menos cómo terminar de otra forma que no sea “porque lo digo yo y basta”? Si estás en esta tesitura,el Coaching te puede ayudar
Seguro que todos hemos utilizado la frase decenas de veces como último recurso, precisamente por eso, porque no tenemos otros recursos, pero ¡ojo!, haberlos, “haylos”, como las meigas. Existen caminos más suaves que la pelea constante y, sobre todo, mucho más productivos para hablar con nuestros hij@s adolescentes.
Vaya por delante que conversar con ellos no es fácil por múltiples motivos: no quieren, no saben, no se atreven, no se sienten cómodos… Y algo parecido pasa con los padres: no sabemos o no queremos o no nos sentimos cómodos o, sencillamente, no nos atrevemos por las posibles consecuencias, y es normal, pero normal no significa bueno.
De hecho, el doctor Luis Rojas Marcos, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Nueva York, en su libro Somos lo que hablamos, dice que “Hablar es la actividad humana natural más eficaz a la hora de proteger la autoestima saludable, gestionar nuestra vida, disfrutar de la convivencia y las relaciones afectivas, y estimular los dispositivos naturales que facilitan nuestro bienestar físico, mental y social”.
Y ¿quién no quiere eso para sus hijos? De modo que, sí, ellos necesitan hablar, aunque no lo digan, y nosotros, como madres y padres, debemos hacer lo posible por allanar el camino. Y eso sí que es bueno.
Hablábamos antes de recursos, que es lo que nos hace falta a la mayoría, no solo para no morir en el intento, sino para que el camino sea agradable y fructífero. ¿Qué herramientas nos ofrece el Coaching?
Digamos que en nuestro pack de humanos adultos traemos de serie la Comunicación, las Emociones, y la Motivación, aunque a veces, como sucede con el equipamiento de un coche nuevo, ni siquiera seamos conscientes de que las tenemos y mucho menos cómo utilizarlas. Lo cierto es que estas tres habilidades, bien empleadas, pueden ser la piedra Rosetta para hablar con nuestros adolescentes de una forma productiva.
Comunicación
Si la comunicación con un adulto, ya sea en el entorno personal o profesional, requiere el manejo consciente de determinadas herramientas para que sea eficaz, con un adolescente aún más. Hablamos, por ejemplo, de utilizar el tono emocional adecuado, de no usar las típicas coletillas de “ya está el listo que lo sabe todo” y similares, no interpretar en función de la experiencia, mostrar curiosidad, preguntar y, sobre todo, escuchar, pero no de cualquier manera, sino de forma activa, con los cinco sentidos, sin juzgar, sin preparar la respuesta, algo que hacemos la mayoría, casi de forma inconsciente, impidiendo así una escucha profunda.
Emociones
En la adolescencia, las emociones son arenas movedizas que nos pueden hundir o, por el contrario, cimentar nuestro suelo para el presente y para el futuro. Por cierto, ¿alguna vez les has preguntado a tu hijo, no el recurrente “qué tal hoy en el insti”, sino, “cómo te sientes”? Si lo haces, casi seguro que inicialmente te mirará raro y como mucho te responderá frunciendo el ceño: ¿cómo que cómo me siento?, pero recuerda que, como dijimos en el artículo anterior, la revolución no está en las respuestas, sino en las preguntas y tu pregunta, como poco, le habrá hecho sentir algo diferente, suficiente para empezar.
Motivación
¿Sabes qué le interesa a tu hijo? ¿A qué dedicaría todo su tiempo si pudiera? ¿Le has preguntado cómo se imagina su futuro?
Dicen los expertos en motivación que nadie puede motivar a otro si ese otro no quiere, es decir, cada uno tiene que descubrir sus propios motivos, pero lo que sí podemos hacer como padres y madres es acompañar, inspirar y facilitar ese descubrimiento.
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Carmen de Silva